Los carboneros de Francia y reina Sevilla
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ISBN rústica: 9788498161083
En Los carboneros de Francia y reina Sevilla Antonio Mira de Amescua pone en escena del siglo XVII una leyenda carolingia de las chansons de geste francesas. Se trata del Noble cuento del emperador Carlos Maynes, de Rrotna, y de la buena emperatriz Sevilla, su mujer.
La trama de la obra es la siguiente: Durante el viaje en que el noble Arnesto lleva a la reina Sevilla ante su esposo, el emperador Carlomagno, le pide su amor. Tras ser rechazado, le dice al emperador que Sevilla lo engaña con un criado. En venganza Arnesto mata al criado en los aposentos de la Emperatriz, adonde lo hace ir con un pretexto falso.
En castigo Carlomagno envía a Sevilla, preñada, de vuelta a Grecia, su patria y todos creen que su navío ha naufragado. Sin embargo, Sevilla aparece quince años después, con Luis, su hijo, y trata de vengarse de Arnesto. El emperador Carlomagno tiene que defenderse contra una invasión griega, destinada a vengar a Sevilla y esta ejerce sus oficios diplomáticos, impidiendo una guerra inminente.
Al final de Los carboneros de Francia y reina Sevilla Sevilla y Luis hieren de muerte a Arnesto, quien confiesa su traición a Carlomagno.
Jornada primera
(Suenan clarines y atabales y salen el almirante y Blancaflor, su hermana, con mascarilla pendiente de un lado del rostro.)
Almirante: Blancaflor, ¿qué novedad
es ésta? Cuando venimos
a París, la que compite
en majestad y edificios
con Roma y Nápoles, vemos
en públicos regocijos
la gran ciudad, y la causa
ni la entiendo ni adivino.
Varios instrumentos suenan,
galas no ordinarias miro,
y no hay monsiur que no lleve
un fénix gallardo y rico
por penacho en su cabeza.
En los balcones y nichos
se previenen luminarias
para que dé el artificio
competencia a la noche
con el día.Blancaflor: No imagino
la ocasión de tantas fiestas.Almirante: ¿Si es admirable prodigio,
con que el cielo corresponde
a la intención que has traído
de ver a Carlos?Blancaflor: No soy
tan dichosa yo.Almirante: En los signos
Fragmento de la obra
celestes, cuando naciste
—si la ciencia y el juicio
de los hombres no se engañan—
matemáticas peritos
hallaron que has de ser
reina de Francia. Sobrinos
somos de Carlos. ¡Qué mucho!
Hijos no tiene. En el hijo
castigó, como Trajano,
la muerte de Valdovinos,
y ya en madejas de nieve,
haciendo el tiempo su oficio,
mira pendiente la barba
compitiendo con un siglo
su dichosa edad. Pudiera,
aplicando los sentidos
y afectos de tu hermosura,
querer casarse contigo.
Por esto, hermana, por esto
a la corte te he traído
a que la mano le beses;
porque los cielos divinos
no en balde te dan belleza,
poca edad y airoso brío.