El puñal del godo
€1.00
ISBN rústica: 9788498167443
En sus Recuerdos del tiempo viejo José Zorrilla afirma que escribió El puñal del godo en veinticuatro horas, tras una apuesta. Estrenada el 7 de marzo de 1843, la obra relata la historia de un eremita, a quien se le revela la futura muerte del rey Rodrigo a manos del Conde don Julián, quien se ha aliado con los árabes para facilitarles la conquista de España. Theudia, un siervo del rey, mata al Conde, muestra lo falso de los augurios y anima a Rodrigo a recuperar su trono.
El puñal del godo mitifica la derrota del rey Rodrigo en Guadalete, antesala de la penetración del islam en la península. Es una obra de corte romántico en que se glorifica una España mágica. La segunda parte de esta obra se titulada La calentura, y también ha sido publicada por Linkgua Ediciones.
Acto único
Interior de la cabaña o ermita del monje romano, sostenida en su centro por un pilar de madera o tronco de árbol, a cuyo pie hay dos asientos. A la derecha una pequeña hoguera, colocada bajo un respiradero que da salida al humo. Asientos groseros por la escena. Puerta a la izquierda que da a otra habitación que se supone en la cabaña. Puerta en el fondo, abierta la cual se verá monte al resplandor de los relámpagos. Al levantarse el telón se ve su claridad por las junturas, y se oye tronar a lo lejos. La hoguera y una tea alumbran la escena.
Escena IEl monje romano, a la lumbre.
Ermitaño: ¡Qué tormenta nos amaga!
¡Qué noche, válgame el cielo!
Y esta lumbre se me apaga…
¡Si está lloviznando hielo!
¡Cuán grande a Dios se concibe
en aquesta soledad!
¿De quién sino de Él recibe
su aliento la tempestad?
¿Cuyo es el terrible acento
y el fulgor que centellea
cuando zumba airado el viento
y el cenit relampaguea?
¿Quién peñas y árboles hiende
con la centella veloz,
como segador que tiende
las espigas con su hoz?
¿Quién sino Dios, que se asienta
sobre las nubes sereno
cuando en las nubes revienta
el fragor del ronco trueno?
Señor, que de las alturas
de tu omnipotencia ves
a las pobres criaturas
que se arrastran a tus pies,
detén, Dios bueno, tus iras,
detén tu justo furor,
si justa saña respiras
contra la obra de tu amor.
Pudiste en un punto hacerla,
Y tu inmensa potestad
puede en otro deshacerla
si tal es tu voluntad;
mas considera, Dios mío,
que vas a igualar así
al que se te aparta impío
y al que se postra ante ti.(Un momento de pausa.)
Fragmento del texto