El capitán Montoya
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ISBN rústica: 9788498162790
En El capitán Montoya de José Zorrilla el capitán cree asistir a su propio funeral
Aquél es su mismo entierro,
su mismo semblante aquél;
no puede quedarle duda,
su mismo cadáver es.
pero luego despierta y el mozo Ginés le dice que debe de haberlo soñado, pues él lo ha encontrado tendido en la iglesia sin conocimiento. Al final, Ginés tiene una revelación propia de la literatura gótica.
I. La cruz del olivar
Muerta la lumbre solar
Fragmento de la obra
iba la noche cerrando,
y dos jinetes cruzando
a caballo un olivar.
Crujen sus largas espadas
al trotar de los bridones,
y vense por los arzones
las pistolas asomadas.
Calados anchos sombreros,
en sendas capas ocultos,
alguien tomara los bultos
lo menos por bandoleros.
Llevan, porque se presuma
cuál de los dos vale más,
castor con cinta el de atrás,
y el de delante con pluma.
Llegaron donde el camino
en dos le divide un cerro,
y presta una cruz de hierro
algo al uno de divino.
Y es así, que si los ojos
por el izquierdo se tienden,
sotos se ven que se extienden
enmarañados de abrojos.
Mas vese por la derecha
un convento solitario,
en campo de frutos vario
y de abundante cosecha.
Echóse a tierra el primero,
y al dar la brida al de atrás,
«Aquí, dijo, esperarás»,
y el otro dijo: «Aquí espero.»
y hacia el convento avanzando
del caballero la oscura
sombra, se fue la figura
hasta perderse menguando.
Quedó el otro en soledad,
y al pie de la cruz sentada,
siguió inmoble y embozado
en la densa oscuridad.
Mugía en las cañas huecas
en son temeroso el viento,
rasgándose turbulento
por entro las ramas secas,
y en los desiguales hoyos
con las lluvias socavados,
hervían encenagados,
sin cauce ya, los arroyos.