El amante liberal

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ISBN CM: 9788490072707
ISBN tapa dura: 9788411267144


El amante liberal es uno de los relatos de las Novelas ejemplares de Miguel de Cervantes Saavedra. Narra una historia de amor entre Ricardo y Leonisa, dos jóvenes naturales de Trápana. Ricardo se enamora de Leonisa, y ella lo desdeña, siguiendo lo dispuesto por su familia, que quiere casarla con Cornelio.
Ricardo y Leonisa son víctimas de una razia de corsarios turcos, aunque van en distintas embarcaciones. La de Leonisa naufraga y Ricardo la da por muerta. Sin embargo, la joven sobrevive y es comprada por un mercader judío, que la lleva a Nicosia para venderla en esa ciudad.
De Leonisa se enamoran primero el propio mercader; luego, dos gobernadores de Nicosia, y también un cadí. Los gobernadores, Alí Bajá y Hazán Bajá, pagan la suma que el mercader judío pide por Leonisa y se luego enfrentan entre sí. Para aplacar sus ánimos el cadí decide enviar a Leonisa a Constantinopla, como regalo para el Gran Turco. Mientras, ella queda en su casa.
Mahamut, un italiano amigo de Ricardo, convertido al Islam, hace que su amo el cadí compre también a Ricardo y lo lleve a su casa. Así se reencuentran Leonisa y Ricardo.
El cadí decide emprender el viaje a Constantinopla con la intención secreta de quedarse con Leonisa; le mentirá al Gran Turco diciendo que ella ha muerto durante el viaje.
Al final de El amante liberal, los gobernadores salen en sus galeotas a buscar al cadí, al que atacan. Aprovechando el combate, Ricardo, Mahamut y otros cristianos logran recobrar la libertad y marchan a Trápana. Allí, Leonisa, le declara su amor a Ricardo.
El mismísimo Cervantes fue presa por piratas berberiscos y durante cinco años sufrió un duro cautiverio en Argel. Arriesgó su vida en varios intentos de evasión hasta que fue rescatado por unos frailes trinitarios, mientras iba a Constantinopla a los treinta y tres años.
Otras tres comedias de Cervantes muestran su imagen del mundo islámico y su vida en Argelia:

  • La gran sultana doña Catalina de Oviedo,
  • El gallardo español,
  • Los baños de Argel.

—¡Oh lamentables ruinas de la desdichada Nicosia, apenas enjutas de la sangre de vuestros valerosos y mal afortunados defensores! Si como carecéis de sentido, le tuviérades ahora, en esta soledad donde estamos, pudiéramos lamentar juntas nuestras desgracias, y quizá el haber hallado compañía en ellas aliviara nuestro tormento. Esta esperanza os puede haber quedado, mal derribados torreones, que otra vez, aunque no para tan justa defensa como la en que os derribaron, os podéis ver levantados. Mas yo, desdichado, ¿qué bien podré esperar en la miserable estrecheza en que me hallo, aunque vuelva al estado en que estaba antes deste en que me veo? Tal es mi desdicha, que en la libertad fui sin ventura, y en el cautiverio ni la tengo ni la espero.
Estas razones decía un cautivo cristiano, mirando desde un recuesto las murallas derribadas de la ya perdida Nicosia; y así hablaba con ellas, y hacía comparación de sus miserias a las suyas, como si ellas fueran capaces de entenderle: propia condición de afligidos, que, llevados de sus imaginaciones, hacen y dicen cosas ajenas de toda razón y buen discurso.
En esto, salió de un pabellón o tienda, de cuatro que estaban en aquella campaña puestas, un turco, mancebo de muy buena disposición y gallardía, y, llegándose al cristiano, le dijo:
—Apostaría yo, Ricardo amigo, que te traen por estos lugares tus continuos pensamientos.
—Sí traen —respondió Ricardo (que éste era el nombre del cautivo)—; mas, ¿qué aprovecha, si en ninguna parte a do voy hallo tregua ni descanso en ellos, antes me los han acrecentado estas ruinas que desde aquí se descubren?
—Por las de Nicosia dirás —dijo el turco.
—Pues ¿por cuáles quieres que diga —repitió Ricardo—, si no hay otras que a los ojos por aquí se ofrezcan?

Miguel de Cervantes Saavedra