Arias Gonzalo

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ISBN: 9788498971224 Categoría: Etiquetas: ,

ISBN rústica: 9788498160543


En Arias Gonzalo Ángel Saavedra relata un suceso del medioevo. Tras el asesinato del rey Sancho II, Diego Ordóñez de Lara pronunció ante la muralla de Zamora el famoso reto que narran los romances «quien a traidor sostiene es traidor como el que la faze».

Ángel de Saavedra y Ramírez de Baquedano, más conocido como Duque de Rivas fue un claro exponente del romanticismo español. Don Álvaro, fue estrenado en Madrid en 1835, y fue el primero éxito romántico del teatro español. La obra se tomó más tarde como base del libreto de Francesco Maria Piave para la ópera de Giuseppe Verdi La Forza del Destino (1862). Otra obra teatral romántica fue El desengaño en un sueño. Obras de teatro como Malek AdelLanuza y Arias Gonzalo y la comedia Tanto vales cuanto tienes, se caracterizan por un estilo más neoclásico.

Acto I
(La escena es en un salón del alcázar de Zamora, con dosel al fondo, y a un lado, un sillón y mesa con recado de escribir. La acción empieza a media mañana y concluye antes de anochecer.)

Escena I

(La Infanta y Arias.)

Infanta: (Aparece sentada junto a la mesa, y al ver entrar a Arias se levanta y va hacia él.)
¡Anheloso tu vuelta deseaba
mi inquieto corazón, Arias Gonzalo!…
¿Escuchó el rey tu voz y el ruego mío?
¿Traes a Zamora paz y a mí descanso?

Arias: No, señora; pues sordo a las razones
y a la justicia vuestra, el rey don Sancho
solo de la ambición el grito escucha,
olvidando, feroz, que es vuestro hermano.
Ni paz ni tregua admite. Guerra y muerte,
y sangre y exterminio está anhelando.
Vuestro mensaje oyó como pudiera
propuestas viles de traidor engaño,
y sin dejarme hablar en nombre vuestro,
cual varias veces pretendió mi labio,
«Arias, no os detengáis; tornad, me dijo,
y a la infanta decid que intenta en vano,
desarmarme con ruegos y plegarias,
de su corto poder indicios claros.
Que o me entrega a Zamora en este día,
o antes que el Sol se esconda en el ocaso
verá a mis invencibles escuadrones
dar a sus muros vencedor asalto.»
No me habló más; alzóse de su silla,
y una mirada de furor lanzando,
volvió la espalda, y ordenó a los suyos
que al punto me arrojaran de su campo.

Infanta: ¿Un rey…, un caballero, injusto, aleve,
así rompe la fe de los contratos?
¿Así comete tan atroz perjurio?
¿Mi herencia respetar no juró en manos
de nuestro padre? ¿Así la voz desoye
de honra y de religión; el grito santo
de la sangre no escucha, ni le mueve
de una infeliz mujer el ruego y llanto?

Fragmento de la obra