Una polémica entre Valera y Campoamor
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Una polémica entre Valera y Campoamor de Emilia Pardo Bazán es un breve artículo sobre las reflexiones críticas y la disparidad de criterios que enfrentaron a Juan Valera y Ramón de Campoamor a raíz de la fundación de la revista El Ateneo. Pardo Bazán analiza las cuestiones por ellos debatidas y las omisiones que cometieron.
La causa de tan acalorada polémica no fue otra que la publicación de un prospecto en el que se incluía lo siguiente: «Se insertará toda producción referente a cualquier rama de la ciencia, sin desdeñar la poesía.»
El citado epígrafe encolerizó a Campoamor, quien a raíz de estas palabras publicó en las páginas de La Ilustración Española y Americana sus conceptos teóricos sobre la poesía y abriendo el debate de si la lírica iba a desaparecer.
«Francamente, empezar a publicar un periódico científico, literario, lanzando este desprecio contra la más divina de las bellas letras, me parece de un gusto muy discutible y propio solamente de prosadores empedernidos que solo por la bibliografía han podido llegar a saber que ha existido Horacio (…). Llamar ciencia a cualquier tanteo científico prueba que la prosa es un gran medio para hablar sin saber lo que se dice.»
Resulta evidente el profundo malestar de Campoamor. Valera salió en defensa del editor de la revista El Ateneo y mostró su desacuerdo con las afirmaciones de Campoamor:
«Todos tenemos que ser prosistas, aun sin saber lo que somos; pero poetas y metafísicos no es necesario que lo seamos. El prosista, pues, reclama indulgencia; con el poeta y con el metafísico importa la severidad. Nadie les manda filosofar ni poetizar. Casi es desvergüenza gastar este lujo, cuando el que lo gasta no tiene capital para ello. ¿Va comprendiendo el señor Campoamor en qué sentido dice el prospectista, sin desdeñar la poesía? Esta poesía que se allana a no desdeñar es la que sospecha que puede ser de mala ley.»
En enero de 1889 vieron la luz en Madrid dos revistas nuevas, tituladas El Ateneo la una, La España Moderna la otra. Feneció la primera en agraz, como ha solido suceder en España a publicaciones de esta especie, mientras la segunda acaba de entrar en el tercer año de próspera y floreciente vida. Y así se explica que la polémica de Campoamor y Valera, principiada en La Ilustración y El Ateneo, terminase en las páginas de La España Moderna, antes de formar el tomito que va a suministrarme asunto para algunas consideraciones sobre los graves problemas que en él se debaten. Nadie me ha nombrado juez del litigio, y los autores confieren este cargo a Menéndez y Pelayo; no obstante, dado que la cuestión importa, si no a toda la Humanidad, cuando menos a mucha de la que piensa, me inhibo por ahora, y si no acierto, peor para mí.
La chispa que encendió el fogosísimo y juvenil ingenio de Campoamor haciéndole saltar fue esta frase estampada en el prospecto de la revista difunta: «Se insertará toda producción referente a cualquier rama de la ciencia, sin desdeñar la poesía». Lastimado por lo que él llama admitir a la poesía de limosna, el gran poeta escribió donosa y ardiente apología, a que Valera, miembro del Comité consultivo de la revista, no se creyó en el deber de contestar, pero contestó por gusto, porque el tema era socorrido y brillante, explicando y justificando la frase del prospecto. Replicó Campoamor más atufado todavía, contrarreplicó Valera; el creador de los Pequeños poemas apretó, bastante sulfurado y desabrido, y habiendo descargado ya porción de su enojo en las pecheras de su contrincante, desahogó el resto en la rubia cabeza de Ernesto Häeckel; entonces Valera (siempre diplomático, diría Campoamor), juzgó oportuno cerrar la discusión con un templado ultimátum. Al recoger, formando tomo, los textos de la disputa (uso este vocablo en el sentido escolástico, no en el vulgar), Valera añadió a las cartas un prólogo y muchas notas aclaratorias, reunidas al final del volumen.