Poemas de Gertrudis Gómez de Avellaneda

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ISBN rústica: 9788498166538


Gertrudis Gómez de Avellaneda fue una escritora y traductora a la lengua castellana. Nacida en Cuba, a los veintidós años se afincó en España, aunque siempre sintió añoranza de su tierra natal, a la que solo pudo volver temporalmente. Está considerada como la poetisa más característica del romanticismo hispano. 
A diferencia del romanticismo europeo, el hispanoamericano enfrenta su realidad histórica. Hay un intento de crítica social y de desafío frente al caos político de su tiempo. Sin embargo, al situar a la Avellaneda en el ámbito del romanticismo hispanoamericano —y específicamente cubano— no debemos pasar por alto que ella desarrolló la mayor parte de su obra en España, por lo que se trata de un romanticismo diferente en su forma y su contenido.
Más allá de los temas centrales de la literatura romántica del siglo XIX: la naturaleza, el amor y toda explosión sentimental, es también la poesía como exploración racional del ser, búsqueda del conocimiento y arma de subordinación.
Para la Avellaneda, el poder de la poesía es, en última instancia, como mujer y como cubana, una herramienta de liberación.

 

La vuelta a la patria
Saludo

¡Perla del mar! ¡Cuba hermosa!
Después de ausencia tan larga
Que por más de cuatro lustros
Conté sus horas infaustas,
Torno al fin, torno a pisar 5
Tus siempre queridas playas,
De júbilo henchido el pecho,
De entusiasmo ardiendo el alma.
¡Salud, oh tierra bendita,
Tranquilo edén de mi infancia, 10
Que encierras tantos recuerdos
De mis sueños de esperanza!
¡Salud, salud, nobles hijos
De aquesta mi dulce patria!
¡Hermanos, que hacéis su gloria! 15
¡Hermanas, que sois su gala!
¡Salud!… Si afectos profundos
Traducir pueden palabras,
Por los ámbitos queridos
Llevad, —¡brisas perfumadas, 20
Que habéis mecido mi cuna
Entre plátanos y palmas!—
Llevad los tiernos saludos
Que a Cuba mi amor consagra.
Llevadlos por esos campos 25
Que vuestro soplo embalsama,
Y en cuyo ambiente de vida
Mi corazón se restaura:
Por esos campos felices,
Que nunca el cierzo maltrata, 30
Y cuya pompa perenne
Melifluos sinsontes cantan.
Esos campos do la ceiba
Hasta las nubes levanta
De su copa el verde toldo, 35
Que grato frescor derrama:
Donde el cedro y la caoba
Confunden sus grandes ramas,
Y el yarey y el cocotero
Sus lindas pencas enlazan 40
Donde el naranjo y la piña
Vierten al par su fragancia;
Donde responde sonora
A vuestros besos la caña;
Donde ostentan los cafetos 45
Sus flores de filigrana,
Y sus granos de rubíes
Y sus hojas de esmeraldas.