Nuestra señora de Atocha

3.00

ISBN: 9788498169874 Categoría: Etiquetas: , ,

ISBN rústica: 9788498162332


La reconquista de Madrid en 1083 por Alfonso VI, se atribuye a la intercesión de Nuestra señora de Atocha.
Atocha: es una palabra mozárabe que proviene de la voz prerromana taucia cuyo signicado es mata, matorral. Según las crónicas la Virgen de Atocha la visitaron los reyes:

  • Alfonso VII,
  • Alfonso IX,
  • Sancho IV el Bravo,
  • Enrique II,
  • Enrique III,
  • Enrique IV,
  • Juan I,
  • Juan II de Castilla
  • y los Reyes Católicos, quienes en 1478 confirmaron las fundaciones hechas a favor del santuario por Enrique IV en 1455.

En Nuestra señora de Atocha Francisco de Rojas Zorrilla muestra los conflictos entre musulmanes y cristianos, inspirados los últimos por una devoción profunda por la virgen de Atocha.

Jornada primera

(Salen Rosa, mora, vestida de negro, con Mahomat; don Fernando y Limonada, atadas las manos, y cubiertos los rostros.)

Rosa: Haced alto en el llano desa falda
que Manzanares pinta de esmeralda;
ligad esos cristianos a esos troncos,
cesen los parches de quejarse roncos
al eco más vecino
de los azotes del porfiado pino;
aqueste es Manzanares, aquel río
que de las sierras de Castilla frío
baja a Madrid tan quedo,
que se conoce que me tiene miedo;
Branigal, un arroyo que recrea
a Branigal su convecina aldea,
se entra, renglón de plata, en Manzanares,
y Manzanares en Jarama y Nares,
y todos tres por uno y otro atajo,
porque es nuestro, le dan tributo al Tajo.
Aquella puerta que de aquí se advierte,
cuya muralla fuerte
a la media región del aire llega,
es la que llaman Puerta de la Vega;
esta playa, que besa el cristal frío,
es una tela que tramó el estío
con distintos colores,
de un verde raso que es raso de flores;
Manzanares humilde pone coto
a esa tela florida y a ese soto;
y yo desde Toledo desta suerte,
para vengar de Aben-Jucef la muerte,
mi ya perdido hermano,
contándole su muerte al aire vano,
vengo a vengarle con valor impío
en los troncos, que son hijos del río,
en las aves que pueblan todo el viento,
en los peces que cría ese elemento,
y en el que halláre caminante errado,
desierto a mi piedad por el poblado.
En esta isla (¡oh pese a mi tardanza!)
rompió la de su pecho errada lanza,
que no le hubiera muerto
hasta que le buscara con acierto;
como villanas, esas verdes plantas
de su coral tiñeron las gargantas;
aquel eco, que nunca la voz deja,
repitió las razones de su queja;
pues aves, prado, monte pasajero,
han de asustarse al golpe de mi acero;
vegas, flores y plantas, eco y río,
la ira han de temer de mi albedrío;
y pues que Rosa soy, la valerosa,
teman de las espinas de la Rosa.

Fragmento de la obra