No hay burlas con las mujeres
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ISBN rústica: 9788496428881
No hay burlas con las mujeres. Antonio Mira de Amescua
Jornada primera
(Salen don Lope y don Jacinto.)
Lope: Ni a mi amor ni a mi lealtad
debes tan cauto retiro,
cuando en tu semblante miro
indicios de novedad;
que no es amigo perfeto
quien de su amigo recela
con ardid y con cautela
el alma de algún secreto.
Esta tristeza me admira,
pues si a la pena te dejas
los labios callan las quejas
y el corazón las suspira.
¿Tienes amor?Jacinto: No es amor
esta congoja que siento.Lope: Pues, ¿qué tienes?
Jacinto: Un tormento
que me toca en el honor.
Por eso, de mi cuidado
no te doy parte; que ha sido
malo para referido
y bueno para callado.
Y tanto más el pesar,
y la congoja, atormenta,
cuanto es forzoso que sienta
sin poderse declarar;
que en alma de dolor llena,
por más que su mal se aumente,
no es pena la que se siente,
la que no se dice es pena.Lope: No sé que de tanto amor
como profesamos crea
que haya recato, aunque sea
en las materias de honor.
Pues, si un alma habemos sido,
en un alma es vano intento,
dejándola el sentimiento,
querer quitarla el sentido.
Hoy, si bien se considera,
me parece más suave
una pena que se sabe
que una pena que se espera,
porque viene a padecer,
quien su mal ha conocido,
la pena sola que ha sido
y no cuantas pueden ser.
Y así juzgo más agravio,
y más causa a mis enojos,
que lo que dicen tus ojos
me esté negando tu labio.Jacinto: Tanto, don Lope, me aprieta
Fragmento de la obra
tu razón y tu amistad
que fiaré de tu lealtad
toda mi pena secreta.
Ya sabes, don Lope, amigo,
que de Madrid partí a Flandes
trocando ocios de la corte
por estruendos militares.
Llegué contento a Bruselas,
besé la mano al Infante
—bizarra envidia de Adonis,
fuerte emulación de Marte—
que correrán sus hazañas
escritas por las edades
con las plumas de la Fama
en limpio bronce y diamante,
sin que borran las memorias
de sus hechos inmortales
la envidia para ofenderle
ni el tiempo para olvidarle.
Señalóme en la campaña
los gloriosos estandartes
en que militamos juntos
los dos, y en que profesaste
conmigo tanta amistad
que eran las dos voluntades
un solo gusto, una vida,