Los amores de Alarcón
€3.00
ISBN CM: 9788498169577
ISBN rústica: 9788498160499
La mejor de las obras dramáticas del mexicano Alfredo Chavero es Los amores de Alarcón, deliciosa y, en más de un sentido, moderna. Su punto culminante es la representación de La verdad sospechosa de Juan Ruiz de Alarcón en Madrid. La escena es un ejemplo de cómo la ficción dentro de la ficción suele resultar fascinante.
Antes de llegar a ese momento, el heroico indiano afronta múltiples pruebas, entre intrigas y befas de quienes lo envidian, y el amor incondicional de la comediante Jerónima de Burgos.
El reparto de Los amores de Alarcón está integrado, entre otros, por el conde de Villamediana, Francisco de Quevedo y Luis Vélez de Guevara.
Acto I
La escena pasa en la villa de Madrid, en el corral del Príncipe, el año de 1619.Tablado del corral. Decoraciones y utensilios en desorden. Sillas de madera blanca. Mesa de ídem, con carpeta de balleta y útiles ordinarios de escritorio.
Escena I
(Juan Morales, escribiendo. Después Villamediana.)
Morales: (Suspendiendo su Escritura.) Ufanaos con las glorias del labrador Isidro, piadosos madrileños. Cuéntanme que centenares de poetas discurren en su celebridad versos famosos; que se afanan los polvoristas en arreglar ruedas y cohetes: y que se prepara procesión de pendones, cruces, cofradías, clero, alcaldes, regidores y alguaciles de cuarenta y siete villas y lugares, con ciento cincuenta y seis estandartes, danzas, y, muchos ministriles, trompetas y chirimías. Bien hizo la santidad de Paulo V con decretar la beatificación. Con razón los plateros terminan a toda priesa el arca suntuosa en que han de depositarse las reliquias del santo, y que, sin poner en cuenta la mano de obra, cuesta ya dieciséis mil ducados. Buena pro hayan; que yo habré la mía, si la famosa comedia que preparo para el día de la fiesta, agrada tanto a los piadosos como a los mosqueteros y a los señores, más que por sus espadas, de temerse por sus pitos y llaves con que silbos hunden cualquier comedia. No así con la que entre manos traigo; que dícenme que será protegida por la hueste mujeril; y ante hueste tal, pitos y llaves cállanse, y solo suenan corazones con palpitar violento.
Villamediana: (Entrando.) Guárdete el cielo, Juan Medrado.
Morales: Déjese de burlas el señor conde, que bien sabe que me llamo Juan Morales Medrano; que de medrados ya no es tiempo, ni los hay ya por la villa.
Villamediana: Zumbón estás, Juan. Mas dime, ¿cuándo llegaste?, ¿cuánto tiempo estarás aquí?, ¿qué piensas hacer, y…?
Morales: Y qué comediantas tengo, ¿no es verdad?
Villamediana: Pues bien, sí: quiero saberlo.
Morales: Voy a satisfaceros el gusto. No sé si vuestros viajes os han hecho ignorar u olvidar la Real Cédula sobre Compañías de Recitantes y la Reformación de Comedias mandada hacer por el concejo. En letras de molde pueden leerse en una tabla a la entrada del corral. En su virtud, soy autor, de título por dos años, y tengo la mejor compañía de faranduleros; todos traen consigo sus mujeres, y visten con decencia a placer del señor consejero comisario.
Fragmento de la obra