La Magdalena de Roma
€3.00
ISBN rústica: 9788499532318
La Magdalena de Roma. Juan Bautista Diamante
Jornada primera
(Salen con mantos Catalina, Rosaura, Porcia y Fenisa.)
Catalina: Fenisa, quita a Rosaura
y a Porcia aprisa los mantos.Fenisa: Aprisita, porque están
los festivos aparatos
de aparadores y mesas 5
con opulencia aguardando,
para que los descompongan
los señores convidados.Porcia: ¡Bizarro anduvo Lupercio!
Rosaura: ¡No vi valor más gallardo! 10
Catalina: Culpara yo mi elección
si no lograra el aplauso
de tener tantas disculpas
como rendirme a su garbo.Porcia: Muchos créditos en Roma 15
logra Lupercio.Fenisa: Y no en bancos.
Catalina: ¡Qué ligereza tan tuya!
Propio achaque de criados,
que sólo el rico en vosotras
es el mejor.Fenisa: Y eso ¿es malo? 20
Yo quiero más a un talego
de doblones que de ochavos.Catalina: Mi vanidad más aprecia
Fragmento de la obra
haberle visto arrestado
en el sangriento tumulto 25
de franceses y romanos,
que sobre las preferencias
de las carrozas trabaron
disputas por los lugares
(sin atender, enojados, 30
al respeto que se debe
tener al Sacro Palacio),
esgrimir el fino acero
mover el impulso airado
siendo ejecución cualquiera 35
movimiento de su brazo,
todo relámpago el ceño,
trueno el brioso aparato,
y finalmente ruina
el efecto reparando 40
que en estruendo, en amenaza,
en ejecución vibrados,
se vieron en su valor
trueno, relámpago y rayo;
que fue verle combatida 45
roca de vientos livianos,
bajel corpulento a lentas
ondas, muro reforzado
a tibios golpes; y en fin,
verle a cobardes asaltos 50
de desmayados estorbos
muro, bajel y peñasco.
Digno es de mi amor Lupercio,
a pesar de los contrarios
que, envidiosos de sus dichas, 55
se oponen a sus aplausos.
Yo le elegí, persuadida
de su valor, entre tantos
como osadas mariposas
en mis ojos se abrasaron; 60
solo él vive en mi memoria,
y mi espíritu bizarro
no echa menos, con él solo,
los rendidos holocaustos
de los muchos que a mi altar 65
víctimas sacrificaron.
Y no os parezca, Rosaura
y Porcia, que en esto hago
más de lo que es justo, pues
mi corazón abrasado, 70
sediento de ardientes triunfos,
se viera mal empleado
en uno de éstos —alcorza,
todo pulido y peinado,
muy sahumada la melena 75
y muy teñidos los labios
con cera y con palomina—
que aunque me han querido hartos,
me he descartado de todos,
amigas, considerando 80
que en tales hombres tuviera
mi tocador nuevos gastos.
Viva Lupercio en mí, y mueran
todos los afeminados.