Hampa afrocubana. Los negros brujos

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ISBN tapa dura: 9788411264624
ISBN rústica tipográfica: 9788490072684

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Fernando Ortiz Fernández es el precursor de los estudios sobre la cultura de origen africano en Cuba. Su vida estuvo dedicada al descubrimiento de lo cubano y al rescate y revalorización de la presencia africana en dicha cultura. Así, inició su carrera profesional indagando en el hampa afrocubanay en la «mala vida» de las periferias habaneras. Seguía así las rutas de dos cubanos: el sociólogo, historiador y periodista José Antonio Saco, y el literato y periodista Miguel de Carrión.
En consecuencia, inspirado en las tesis de sociología criminal de Enrico Ferri y Cesare Lombroso, elaboró sus propias teorías criminológicas en su libro Hampa afrocubana. Los Negros Brujos.
La obra de Ortiz Fernández está marcada por la polémica en torno a sus método de investigación iniciales. Empezó como criminalista y luego se interesó por la historia, la sociología y la antropología.
En un primer momento Fernando Ortiz, influido por las ideas del positivismo lombrosiano, vincula a la población negra a lo que llama la «mala vida» o a la delincuencia, la ignorancia y la inmoralidad. Postula la necesidad de sanear a esta población a través de su «desafricanización» para poder integrarla al proyecto nacional cubano.
Sin embargo, unas dos décadas después, Fernando cambia de posición para apreciar y valorar las aportaciones culturales de los negros cubanos a la cultura nacional.
Hampa afrocubana. Los negros brujos quizá resulta progresista en relación con su tiempo. Sin embargo fue superada por la obra posterior de Fernando, que combinó un exhaustivo trabajo de campo con el análisis de los contextos económicos, de estadísticas fiables y el estudio de las creencias religiosas y supersticiones desde un enfoque más integrador.
No obstante, este libro es un síntoma de cómo la intelectualidad cubana afrontaba de la cultura negra de la Isla.

 

El autor se cree también en la necesidad de hacer otra aclaración previa. Aunque no puede deducirse de sus afirmaciones, ni siquiera de los datos por él ordenados, una opinión racista que repugnaría a sus convicciones sociológicas, no obstante, quizás del grupo de los que entre nosotros escriben o hablan para el público —especialmente desde las capas inferiores de ese reducido mundo, porque también el intelectualismo tiene su hampa— puede surgir una malintencionada voz que achaque a este libro conclusiones apasionadas y pugnantes con el sano juicio que merece la observación científica de todos los caracteres psico-sociológicos de la población cubana de color. Sin embargo, el estudio e interpretación del valor real, positivo o negativo, que para la evolución de la sociedad cubana tienen los múltiples y a menudo olvidados coeficientes que han determinado el estado actual de la raza negra en Cuba, de cada día más próspera y asimilable, no significa que los que en tal dirección acentúen sus esfuerzos intelectuales sea inspirados en impulsos bastardos, que serán ciertamente y en absoluto inmotivados.
La observación positivista de las clases desheredadas en tal o cual aspecto de la vida, y de los factores que les impiden un más rápido escalamiento de los estratos superiores, forzosamente ha de producir el efecto benéfico de apresurar su redención social. Así sucedió con los trabajos de los Pinel, los Esquirol, los Morel, etc., sobre los desgraciados locos —que si bien ya no morían como antes con la afrentosa coroza en las hogueras de los autos de fe, eran tratados aún como malhechores, como susceptibles de volverse cuerdos por la pena, según todavía recuerda el refrán popular—, los cuales trabajos el desarrollo de la psiquiatría que hoy exige que los alienados sean atendidos con la afectuosa tutela que merecen los enfermos y los niños. Así como los gigantescos esfuerzos de los Lombroso, los Ferri, los Lacassagne, los Tarde, los Dorado y de toda la falange de criminalistas modernos harán viables los idealismos de la teoría correccionalista, socavarán las inútiles prisiones y abrirán una era de tutelar tratamiento para los criminales —infelices que naufragan por la inestabilidad del esquife de su organismo, juguetes del enfurecido oleaje del ambiente; inocentes, sin embargo, de la defectuosidad del primero, que ellos no escogen al embarcarse para el viaje de la vida, y de la procelosidad del segundo, que ellos no motivan al tratar de fijarse un rumbo sin brújula y sin timonel.
Tómense, pues, las observaciones de este libro en el sentido real y desapasionado que las inspira, y rectifiqúense si son equivocadas, y complétense si deficientes, que todo esfuerzo intelectual en pro del conocimiento científico del hampa afro-cubana no será sino una colaboración, consciente o no, a la higienización de sus antros, a la regeneración de sus parásitos, al progreso moral de nuestra sociedad y al advenimiento de esos no siempre bien definidos, pero no por esto menos nobles ideales que, incuba toda mente honrada y objetiva, polarizados hacia una corrección de la doliente humanidad, para que los egoísmos se refrenen y canalicen y los altruismos se aviven, y para que libres de prejuicios étnicos y de aberrantes factores artificiales de selección, la evolución superorgánica siga su curso determinado por las fuerzas de la Naturaleza, encauzadas por sentimiento de amor y cooperación universal, que no son todavía tan humanos como nos lo hace creer el orgullo de nuestra especie, demasiado adormecida por las ideas antropocéntricas que la han mecido durante tantos siglos.
Observemos con escrupulosidad microscópica y reiterada —cum studio et sine odio— nuestros males presentes, que la consideración de su magnitud nos producirá la pesadilla que ha de despertarnos más prontamente de nuestra modorra y nos ha de dar valor y fuerzas para alcanzar la bienandanza futura.

Prólogo del autor

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