El hijo del Serafín

3.00

ISBN: 9788498972344 Categoría: Etiquetas: ,

ISBN rústica: 9788496428409


En El hijo del Serafín Juan Pérez de Montalbán mezcló elementos de la tradición teatral con episodios de la vida de fray Pedro de Alcántara. De Pedro se dice que dormía muy poco; que andaba siempre descalzo y apenas se alimentaba.
Aquí se relatan algunos de los milagros atribuidos al santo. En una ocasión yendo Pedro de Alcántara al pueblo de La Zarza con un fraile, éste al ver que habría mal tiempo le aconsejó que volviesen. Pedro insistió en continuar y, aunque cayó un autentico diluvio, no se mojaron.
En El hijo del Serafín Montalbán adapta este suceso a sus intenciones cómicas. En versión de los hechos, Espeso, el personaje cómico, se moja y le pide al santo que cambien de traje.

Jornada primera

(Salen Dorotea y Gila, con tocas y sombreros de camino.)

Dorotea ¡O mal haya mi ventura
y mal haya la pollina,
que tan despacio camina!

Gila Tu cólera y tu hermosura
pudieran correr parejas.

Dorotea Con cólera no hay mujer
hermosa, ni puede ser,
porque el enojo, las quejas,
el enfado y la pasión
descomponen el semblante.

Gila Ponte un espejo delante,
verás que tengo razon.

Dorotea Dices bien, porque el reflejo
del espejo me templara.

Gila Y agora para esa cara
dónde has hallado espejo?

Dorotea Volviendo pues a mi cuento,
porque bien habrá lugar
de aquí al lugar de contar
locuras de un pensamiento.
Oye mi justa mohina,
y si es posible callando,
ten cuenta de cuando en cuando
con la alfombra, y la pollina.
En ese monte, de tomillo armado,
verde gigante, que al abril retrata,
tan soberbio, que al Sol que le a criado
escalas pone de torcida plata.
Y cuando necesita de agua el prado,
de la primera nube la arrebata,
nuestra aldea mira tan pequeña
que parece lunar de alguna peña.
Allí nací, pluguiera a Dios la cuna
tomara a mi mortaja la medida;
porque quien nace, Gila, sin fortuna,
como cosa de sobra trae la vida,
La vida estriba en esperanza alguna;
quien no llega a esperar de sí se olvida,
quien se olvida de sí muerte quiere,
y quien quiere morir, viviendo muere.
Estando pues —así la edad provoca—
en la feria de Alcántara una fiesta,
rebozada una toca hasta la boca,
por dar licencia a alguna risa honesta,
la gala mucha, la ocasión no poca,
la cara y el andar de fiesta,
y el pie de apretado se desmaya
asomado al ribete de la saya.
Vi, por mi mal, un estudiante —¡ay cielos!—
tan recatado de ojos, que en la feria
para poder dezirle mis desvelos
aun con mirarme, no me dió materia.

Fragmento de la obra