El conde Alarcos
€3.00
ISBN rústica: 9788498162493
La trama de El conde Alarcos tiene su origen en un romance anónimo. Existen numerosas versiones de la obra y entre ellas destacan las de Guillén de Castro, Lope de Vega, Antonio Mira de Amescua y José Jacinto Milanés. Lope tituló su obra La fuerza lastimosa, y situó la acción en Irlanda dando a su conde otro apellido.
Mira de Amescua sitúa el argumento de El conde Alarcos en la corte francesa. Y Milanés escoge el siglo XII para su versión de la obra.
Jornada primera
(Salen el conde y Margarita.)
Conde: Vuelve a mi cuello esos lazos,
del alma alegres despojos.Margarita: Para verte y darte abrazos,
quisiera infinitos ojos
y más que infinitos brazos.
¡Mi conde!Conde: ¡Mi Margarita!
Margarita: ¿Cómo lo pasaste allá?
Conde: Con pena más que infinita,
mas, si muere el que se va,
el que vuelve resucita.
Y tú, mi alegría, aquí
muerta estarías también.
¿Cómo estuviste?Margarita: ¡Ay de mí!
Para responderte bien
basta decir que sin ti,
y sin mí, pues quedé tal…Conde: ¿Fue cierto aquel accidente?
Margarita: Y hubiera de ser mortal.
Conde: Di que crece el bien presente
referir, pasado, el mal.Margarita: Cuando, a mi pesar, partiste
Fragmento de la obra
por general a esta guerra,
llorando tus desengaños,
di crédito a mis sospechas,
porque, entre muchas señales
tan penosas como ciertas,
vi crecerme la barriga
casi al compás de la pena.
Por tener con estas sobras,
señor, mis faltas secretas,
¡qué hice de fingimientos,
qué compuse de cautelas!
Así pasé nueve meses,
pero al cabo de ellos llegan
los dolores con la noche,
que nunca la vi más negra.
Vime —¡ay triste!— en mi aposento,
con sola mi camarera,
que con lágrimas no más
acompañaba a mis quejas,
y éstas, mi bien, no salían
del pecho sino por señas,
porque en llegando a la boca
yo les cerraba la puerta.
De una sábana mordía
con el miedo, y así eran,
aumentando la congoja,
sordo el llanto y mudas ellas,
aunque no lo fueron tanto
que, con la pasión inmensa,
no saliese algún gemido.
Oyéronle mis doncellas,
dieron aviso a la infanta;
vino a verme, y yo, por fuerza,
descubríle mi secreto,
dile parte de mi pena.