El Chacho

4.00

ISBN: 9788498972016 Categoría: Etiquetas: , ,

ISBN CM: 9788498166002
ISBN tapa dura: 9788498973518
ISBN rústica: 9788498165777


El Chacho es una crónica, escrita por Eduardo Gutiérrez, sobre un personaje de la Argentina del siglo XIX, el «último caudillo de la montonera de los Llanos».
La figura del Chacho es más adaptable a una novela que a la realidad. Por ello este libro es la crónica de un caudillo justiciero, repleto de hazañas que enaltecen su valor y su hombría. Por parte de Eduardo Gutiérrez no hay ninguna pretensión política o social. No obstante, percibimos una visión de aquella época en que el poder y la omnipresencia de un hombre con la naturaleza del Chacho bastaba para arrastrar a todo un pueblo que no tenía una ideología bien definida.

Un caudillo
El Chacho ha sido el único caudillo verdaderamente prestigioso que haya tenido la República Argentina.
Aquel prodigio asombroso que lo hacía reunir diez mil hombres que lo rodeaban sin preguntarle jamás dónde los llevaba ni contra quién, había hecho del Chacho una personalidad temible, que mantenía en pie a todo el poder de la nación, por años enteros, sin que lograra quebrar su influencia ni acobardar al valiente caudillo.
A su llamado, las provincias del interior se ponían de pie como un solo hombre, y sin moverse de su puesto, tenía a los seis u ocho días 2, 4 o 6 mil hombres de pelea, dispuestos a obedecer su voluntad fuera cual fuese.
Los paisanos de La Rioja, de Catamarca, de Santiago y de Mendoza mismo lo rodeaban con verdadera adoración, y los mismos hombres de cierta importancia e inteligencia lo acompañaban ayudándolo en todas sus empresas difíciles y escabrosas.
El Chacho no tenía elementos de dinero ni para mantener en pie de guerra una compañía.
Y sin embargo él levantaba ejércitos poderosos, mal armados y peor comidos, que solo se preocupaban de contentar a aquel hombre extraordinario.
El Chacho no tenía artillería, pero sus soldados la fabricaban con cañones de cuero y madera, que se servían con piedra en vez de metralla, pero piedra que hacía estragos bárbaros entre las tropas que lo perseguían.
No tenía lanzas, pero aunque fuera con clavos atados en el extremo de un palo, sus soldados las improvisaban y se creían invencibles. El que no tenía sable lo suplía con un tronco de algarrobo convertido en sus manos en terrible mazo de armas, y si faltaba el alimento comían algarrobo y era lo mismo.
De esta manera el Chacho tenía en pie un ejército con el que hacía la guerra al Gobierno Nacional, sin que hubiera ejemplo de que se le desertase un solo soldado, porque todos sus soldados eran voluntarios y partidarios de Peñaloza hasta el fanatismo.
El Chacho era valiente sobre toda exageración. Era un Juan Moreira, en otro campo de acción, con otros medios y otras inclinaciones. Generoso y bueno, no quería nada para sí: todo era para su tropa y para los amigos que lo acompañaban.
Para éstos no tenía nada reservado, ni su puñal de engastadura de oro, única prenda que llevaba consigo y que, en mejores tiempos, le regalara su amigo el general Urquiza.

Fragmento de la obra

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