El amor brujo

4.00

ISBN: 9788498169591 Categoría: Etiquetas: , ,

ISBN CM: 9788498974119
ISBN tapa dura: 9788411266901
ISBN rústica: 9788499535999


La novela El amor brujo de Roberto Arlt (1932) es la última que escribió antes de dedicarse al teatro. Su protagonista, el ingeniero Balder, es un hombre contradictorio, fragmentado por una angustia existencial, que siente el llamado del camino tenebroso, la invitación a alejarse de una realidad que se le revela ficticia.
El amor brujo cuenta la historia del ingeniero Estanislao Balder. Este a los veintiséis años —casado y con un hijo de seis años— se enamora de Irene Loayza, una estudiante de dieciséis. Después de una interrupción de dos años, tiempo en el que Balder es demasiado perezoso para buscar a Irene, se reanuda la relación por iniciativa de ella y Balder aparece com o novio oficial en casa de la viuda Loayza. A pesar de que la familia de Irene pertenece a la clase media, la futura suegra —en contra de lo que cabía esperar— no se opone a las relaciones de su hija con un hombre casado, sino que insiste en que éste pida el divorcio cuanto antes.
Poco antes de la fecha en que debería iniciarse un viaje de los tres a España, Balder rompe su relación con Irene. Argumenta que ella ya no es virgen y vuelve a vivir con su mujer, posiblemente con la idea de mantener a Irene como amante.
En esta tragicómica y burlesca historia, Arlt critica —de un modo sagaz— un estereotipo de hombre. Aquel que, por medio de la caza y la conquista, solo intenta recuperar la inocencia, la juventud y un impulso de vida que alguna vez tuvo y perdió.

Balder va en busca del drama

El perramus doblado, colgado del brazo izquierdo, los botines brillantes, el traje sin arrugas, y el nudo de la corbata (detalle poco cuidado por él) ocupando matemáticamente el centro del cuello, revelaban que Estanislao Balder estaba abocado a una misión de importancia. Comisión que no debía serle sumamente agradable, pues por momentos miraba receloso en redor, al tiempo que con tardo paso avanzaba por la anchurosa calle de granito, flanqueada de postes telegráficos y ventanas con cortinas de esterillas.
«Aún estoy a tiempo, podría escapar» —pensó durante un minuto, mas irresoluto continuó caminando.
Le faltaban algunos metros para llegar, una ráfaga de viento arrastró desde el canal del Tigre un pútrido olor de agua estancada, y se detuvo frente a una casa con verja, ante un jardinillo sobre el cual estaba clausurada con cadena la persiana de madera de la sala. Una palma verde abría su combado abanico en el jardín con musgo empobrecido, y ya de pie ante la puerta buscó el lugar donde habitualmente se encuentra colocado el timbre. De él encontró solamente los cables con las puntas de cobre raídas y oxidadas. Pensó:
—En esta casa son unos descuidados —y acto seguido, llamó golpeando las palmas de las manos.
Su visita era esperada. Inmediatamente, por el patio de mosaicos, entre macetas de helechos y geranios, adelantose con los rápidos pasos de sus piernas cortas, una joven señora de mejillas arrebatadas de arrebol e insolentísima mirada. Acercándose a la puerta le extendió una mano entre las rejas al tiempo que con la otra corría el cerrojo. Dijo:
—Pase… y no olvide que le recomendé mucha calma….

Fragmento de la obra