Dos amores

3.00

ISBN: 9788499530666 Categoría: Etiquetas: , , ,

ISBN rústica: 9788499530673


Cirilo Villaverde es universalmente recordado y reconocido por la que se considera su obra cumbre, la novela Cecilia Valdés, un excelente retrato de la cultura cubana en las primeras décadas del siglo XIX.
No por eso debemos olvidar obras menores de Villaverde que muestran en detalle las costumbres y ambiente de su época. Este es, sin lugar a dudas, el caso de Dos amores, escrita en 1843. Este tipo de relato costumbrista y popular, contribuyó decisivamente a la consolidación del género en su país.
El argumento, muy en la línea de las tramas folletinescas, no se caracteriza por su originalidad, pero nos ofrece una sucesión de escenas populares de acentuado color local. La historia Dos amores es tan sencilla que se puede resumir en pocas palabras:
Pérez, un hombre de negocios que tiene tres hijas, resulta despojado de su fortuna por un empleado de confianza.
Teodoro Weber, de quien no sabemos casi nada hasta el final de la obra, está enamorado de la hija mayor, Celeste, y afortunadamente puede salvar al padre de una ruina total.

En una apacible mañana del mes de Abril de 1836, a la hora en que el Sol alumbra solamente las torres de la ciudad, y la sombra de las casas cubre las calles traviesas; en que empieza a oírse en ellas el pregón de los vendedores ambulantes y el ruido de los carruajes, al mismo tiempo que los pasos de las gentes que acuden a los mercados, o van a los templos o andan a sus negocios; en que el cielo luce purísimo azul como un manto de terciopelo, y se ven de trecho en trecho nubes blancas, que figuran colas de cometas, desvaneciéndose en el espacio al soplo de las brisas de la mañana; en esta hora, decimos, por la calle de Compostela abajo, entre los varios transeúntes, iba un hombre de edad madura, acompañado de tres jóvenes, de las cuales la menor apenas contaba ocho años, y la mayor diecisiete.
Ésta, de mediana estatura, delgada, de cabello negro, hecho un rodete en la parte posterior de la cabeza, cubiertos sus hombros con una manta de seda negra, en traje blanco de muselina, llevaba la delantera, teniendo por la mano a una de las niñas. La otra, que parecía ser la más joven, era conducida del mismo modo por el hombre, y ambas llevaban el cabello castaño hecho trenzas, suelto por la espalda, con un lazo de cinta blanca en cada extremidad, al uso de las aldeanas de Europa.

Edición de referencia: La joven de la flecha de oro y otros relatos, La Habana, Letras cubanas, 1984.