Doña Perfecta
€3.00
ISBN rústica: 9788499530659
Doña Perfecta es la primera novela social del escritor Benito Pérez Galdós. Se publicó en 1876, entre sus Episodios Nacionales como una forma de trascender, en el plano de lo individual, los acontecimientos narrados en dichos episodios. Doña Perfecta se enmarca en una España sumergida por la inestabilidad política y social, y marcada por levantamientos militares, que intentaban destituir al gobierno.
La España provinciana y caciquista queda reflejada en la ciudad ficcional de Orbajosa, un lugar retenido en el pasado.
La presencia cada vez mayor del progreso y los cambios sociales provocan, en ese reducto del pasado llamado Orbajosa, la confrontación entre personajes como Pepe Rey, comprometidos con el despertar de un país, y los más acérrimos reaccionarios personificados en la figura de Doña Perfecta.
Doña Perfecta es una crítica a la hipocresía de la época, en una comunidad enclaustrada en un fanatismo religioso. La frase final de esta novela lo encierra todo:
«Esto se acabó. Es cuanto por ahora podemos decir de las personas que parecen buenas y no lo son.»
Cuando el tren mixto descendente, núm. 65 (no es preciso nombrar la línea), se detuvo en la pequeña estación situada entre los kilómetros 171 y 172, casi todos los viajeros de segunda y tercera clase se quedaron durmiendo o bostezando dentro de los coches, porque el frío penetrante de la madrugada no convidaba a pasear por el desamparado andén. El único viajero de primera que en el tren venía bajó apresuradamente, y dirigiéndose a los empleados, preguntoles si aquel era el apeadero de Villahorrenda. (Este nombre, como otros muchos que después se verán, es propiedad del autor.)
Fragmento de la obra
—En Villahorrenda estamos —repuso el conductor, cuya voz se confundía con el cacarear de las gallinas que en aquel momento eran subidas al furgón—. Se me había olvidado llamarle a usted, señor de Rey. Creo que ahí le esperan a usted con las caballerías.
—¡Pero hace aquí un frío de tres mil demonios! —dijo el viajero envolviéndose en su manta—. ¿No hay en el apeadero algún sitio dónde descansar y reponerse antes de emprender un viaje a caballo por este país de hielo?