Don Juan Facundo Quiroga
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ISBN CM: 9788498167528
Don Juan Facundo Quiroga es un cancionero tradicional argentino anónimo. En él se narra la vida y muerte de Facundo Quiroga, caudillo argentino de la primera mitad del siglo XIX, partidario de un gobierno federal durante las guerras internas en su país, posteriores a la declaración de la independencia.
Juan Facundo Quiroga, el caudillo de las provincias argentinas del interior, ha sido inmortalizado por gauchos riojanos, cordobeses y por escritores cultos, y su figura todavía arroja inmensas y ambiguas sombras sobre los escritos de los historiadores de su país.
1.ª Parte
Don Juan Facundo Quiroga,
Fragmento de la obra
general de mucho bando,
Que tuvo tropas de líneas
Muchos pueblos a su mando.
Hombre funesto y terrible
Que fue el terror de Los Llanos,
Era feroz, sanguinario,
Bárbaro, cruel e inhumano.
Tenía por apodo «El Tigre»,
Por su alma tan alevosa,
Por su presencia terrible
y su crueldad espantosa.
Salta, Tucumán, Santiago,
Se hallaban desavenidos.
Marchó Quiroga a arreglarlos
Para dejarlos unidos.
Al partir le dice al pueblo
Como algo que ya presiente:
Sí salgo bien, volveré,
Si no ¡Adiós, para siempre!
Al ausentarse Quiroga
Ya le anunciaba el destino
Que había de perder la vida,
En ese largo camino.
Llevaba por compañero
A su secretario Ortiz,
Y apuraba la galera
En aquel viaje infeliz.
A pocas horas de andar
En un arroyo fangoso,
Se le agarró la galera,
Y allí se puso penoso.
Acude el maestro de posta,
Mas no pudiendo salir,
Al maestro mismo, Quiroga,
A las varas lo hizo unir.
Al fin pudieron zafar,
Y como una exhalación
Cruzaba el coche la pampa,
Sin hallar interrupción.
En cada posta que llega,
Pregunta muy afligido
La hora que ha pasado un chasqui
De Buenos Aires venido.
Le contestan que hará una hora,
Entonces, con duro acento,
¡Caballos!, les pega el grito,
¡Sin pérdida de momento!
Y su marcha continúa,
Mas quiso también el cielo,
Molestar a ese bandido
Que había ensangrentado el suelo.
Durante tres días seguidos
Le hace llover permanente;
Se pone el camino horrible
Convertido en un torrente.
Al entrar en Santa Fe,
Se le aumenta su inquietud
Y en desesperada angustia,
Se pone con prontitud.
Le avisan que no hay caballos
En la «Posta de Pavón»
Y que el maistro estaba ausente,
Para mayor confusión.
Sufre una horrible agonía
Al prever una parada,
Y grita ¡Traigan caballos!
Con una voz angustiada.
Causaba asombro de ver
En este hombre tan terrible,
Ese extraño sobresalto
Donde el miedo era visible.
Después que logran marchar
Dice, viendo para atrás:
—«Si salgo de Santa Fe
No temo por lo demás.»
Al pasar el río Tercero
Todos los gauchos acuden,
A ver a ese hombre famoso,
Tal vez que en algo le ayuden,
De allí lo hicieron pasar
Casi alzando la galera.
Por último, llega a Córdoba,
Donde Reinafé lo espera.
Estando en la posta ya,
Pidiendo a gritos caballos,
Ha llegado Reinafé,
Solícito a saludarlo.
Quiroga a las nueve y media
Había a este punto llegado,
No encontró caballo pronto,
Por su arribo inesperado.
Muy amable Reinafé
Lo invitaba atentamente:
—Pase en la ciudad la noche,
Lo atenderé dignamente.
Pero el salvaje Quiroga,
Sin ninguna educación,
Dice: ¡Caballos preciso,
Para mejor atención!