Diálogo de la doctrina cristiana

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ISBN CM: 9788499530468


Diálogo de doctrina cris­tiana constituye, una de las obras más representati­vas del influjo erasmiano en España. El contenido del Diálogo es muy parecido a otro libro de Juan de Valdés, el Alfabeto cristiano, escrito unos años después en Nápoles (y publicado también en versión italiana en 1546), donde sostiene la doctrina de la jus­tificación por la fe.
Valdés da a su Diálogo de la doctrina cristiana la forma de coloquio, tan difundida en el Renacimiento, y utilizada especialmente por Erasmo en sus escritos, e introduce a tres personajes: Antonio, Eusebio y Fray Pe­dro de Alba, arzobispo de Granada.

Pasando un día, muy ilustre Señor, por una villa de estos Reinos, y sabiendo que por mandato del Señor de ella, y aún a su costa, enseñaban los curas en sus iglesias a los niños los principios y rudimentos de la Doctrina Cristiana —lo cual muchos días antes yo deseaba se hiciese— me fui a poner entre los niños de una iglesia, así con intención de saber allí alguna buena cosa que introducir en mi monasterio, como también para ver si habría algo en que yo, con mis letras y experiencia, pudiese ayudar y aumentar aquella buena obra y celestial ejercicio; y aunque el cura que enseñaba era idiota, y no estaba tan fundado en las cosas que decía como fuera menester, por ser la cosa de la calidad que era, yo me consolé y tomé recreación allí un buen rato. Como el cura hubo acabado, habiéndome visto entre sus niños, con hábito religioso, se vino para mí, deseando, según dijo, saber de mí qué me parecía de lo que le había oído decir. Yo, viendo su buena intención y pareciéndome que, aunque era idiota, era hábil y dócil; y viendo asimismo el provecho que de avisarle se podría seguir, después de haberle muy mucho alabado, como era razón, su bueno y santo ejercicio, y animándole a que le prosiguiese, y asimismo amonestase y aconsejase a otros hiciesen lo mismo, le rogué nos fuésemos entrambos juntos a comunicar este negocio con Don Fray Pedro de Alba, arzobispo de Granada, porque además de ser bien que con su autoridad, como de prelado, se hiciese una cosa verdaderamente cristiana y evangélica como ésta, él, como persona de letras sagradas y espíritu cristiano, nos podría largamente instruir, de donde él y yo no solamente iríamos edificados, para lo que a nosotros convenía, sino instruidos en aquellas cosas que para instruir a otros son necesarias.

Fragmento de la obra