De la naturaleza y carácter de la novela

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ISBN: 9788499539355 Categoría: Etiquetas: ,

ISBN rústica: 9788499539348


De la naturaleza y carácter de la novela. Juan Valera

Capítulo I
No seré yo quien ponga en duda el justo título con que el señor Nocedal pudo pretender y alcanzar la honra de sentarse entre los dignos individuos de la Academia Española. Bástanle los que nadie puede negarle, de escritor elegante y de orador elocuentísimo. Si el ser además un docto jurisconsulto, un diestro abogado, y uno de los hombres políticos más importantes de nuestra patria, no es precisamente lo que se requiere para entrar en la mencionada Academia, no ha de negarse, con todo, que estas envidiables y honrosas cualidades, dan grande autoridad a quien las posee, y le hacen merecedor de cualquier distinción por extraña que parezca.
El discurso que pronunció el señor Nocedal en su recepción vino a confirmarme en mi pensamiento. Este discurso, por lo bien escrito y aún por lo bien leído, justificó la elección de la Academia. A los que nos dejamos seducir por la tersura y belleza del estilo, nos deslumbró el señor Nocedal hasta el punto de que aplaudiésemos las ideas que expone; pero estas ideas, por desgracia, no resisten al detenido examen que se hace de ellas en la lectura, y condenadas más que por falsas, por vulgares, dejan reducido el discurso a una mera, aunque brillante declamación.
Escrito ya aunque no publicado este artículo, han aparecido otros sobre el mismo asunto en varios periódicos de la corte. Uno de ellos acusa de plagiario al señor Nocedal; pero mi intento no es acusarle ni defenderle. Yo trato de impugnar las teorías de su discurso; poco me importa que esas teorías sean propias del nuevo académico, o estén tomadas de una obra francesa, que confieso no haber leído.
Yo doy por cierto, que si el señor Nocedal hubiese escogido asunto más conforme a la índole de sus severos estudios, hubiera acertado a componer una disertación, en la cual el fondo no desdijese de la forma ¿Qué elevadas razones y qué tesoros de filosofía política no hubieran salido de sus labios, si en vez de ocuparse de novelas hubiera desenvuelto en su discurso la idea que apunta al principio de él, de que el idioma es prenda de nacionalidad y signo de raza? ¿Con qué brío y con qué fervor no nos hubiera de mostrado, que es menester conservar nuestro idioma en toda su pureza, porque en él está el espíritu, el alma del pueblo? ¿Con qué evidencia no hubiera probado que una lengua como la nuestra, en la cual han encarnado Cervantes y Calderón sus divinos pensamientos, no solo es un blasón glorioso, sino también una promesa de la inmortalidad y de la excelencia del pueblo que la habla? El señor Nocedal hubiera deducido de aquí la importancia de la Academia, defensora y guardadora de la pureza del lenguaje, y hubiera condenado, hasta como a reos de esa nación, a los que a sabiendas le corrompen, afean y destruyen, sin considerar que está en él lo más duradero y esencial de la vida de las razas y de las nacionalidades.
Si bajo el yugo de los turcos no hubiera conservado la Grecia el habla de Homero, ni hubiéramos presenciado en nuestra edad la sublime resurrección de aquella nación, ni se hubiera admirado el mundo de las hazañas de los suliotas, ni del heroísmo de Misolonghi, ni de la constancia y valor de Kanaris, Botzaris, Tsavelas y otros dignos émulos de Temistocles y de Leonidas. El Dante, creando una lengua literaria, común a todos los Estados italianos, hizo nacer en las almas la constante aspiración a la unidad política de Italia que, merced a los dichosos esfuerzos de la casa de Saboya, propende al cabo a realizarse; y Camoens, escribiendo Os Lusiadas, levantó el mayor obstáculo a la unión de su pueblo con España, porque magnificó el lenguaje y santificó el signo característico de independencia de la nacionalidad portuguesa.

Fragmento de la obra