Cuatro milagros de amor

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ISBN rústica: 9788498160758


Cuatro milagros de amor. Antonio Mira de Amescua

Jornada primera

(Salen Lucrecia, Gómez y Aldonza.)

Lucrecia: Gómez, salga a recibir
a doña Ana; que ya ha entrado.

Gómez: Mucho el alba ha madrugado.

Lucrecia: ¿Siempre está para decir
impertinencias?

Gómez: Señora,
¿cuándo ha sido impertinente
hablar poéticamente?

Lucrecia: Siempre lo fue, y más agora.

Gómez: Venga en buen hora el valor
que esta casa estima y precia.

(Salen doña Ana e Inés por otra puerta.)

Ana: ¿Siempre está, doña Lucrecia,
vuestro escudero de humor?

Lucrecia: No le puedo ir a la mano.

Gómez: (Aparte.) (A la lengua ha de decir.)

Lucrecia: ¿Me venís a persuadir
lo que otras veces?

Ana: Si es sano
mi consejo, ¿no queréis,
amiga, que os persuada?
Mejor estaréis casada.
Hacienda y sangre tenéis,
juventud y gallardía.
Lucrecia, tomad estado.
Vuestro tío me ha enviado.

Lucrecia: Doña Ana, en vano porfía
el consejo de mi tío.
Propóneme un caballero
a quien me incliné primero,
y usando de mi albedrío
le aborrecí y olvidé,
venciendo la inclinación
con la luz de la razón.

Ana: Decid, ¿cómo?

Lucrecia: Sí, diré.
Antes que el Sol madrugase
en las auroras de mayo,
cuidando de mi salud
muchas veces salí al campo,
y como suelen decir
que alienta sobre el blanco
cualquier color fácilmente.
aunque sea extraordinario,
yo llevaba en blanco el pecho,
sin amoroso cuidados;
y dispuesto a que el Amor
hiciese en él algún rasgo.
En Término de pintores,
llevaba el pecho imprimado
para que el Amor hiciese
algún dibujo gallardo.
Una, pues, de estas mañanas
entre las fuentes del Prado,
donde trepan los cristales
por columnas de alabastro,
airoso vi a un caballero
haciendo mal a un caballo,
tan fogoso que a no ser
repetido en los teatros,
dijera que era cometa,
o relámpago animado,
o que fue aborto del Betis,
ni bien bruto, ni bien rayo.

Fragmento de la obra