Cosas que fueron
€3.00
ISBN tapa dura: 9788498973136
ISBN rústica: 9788496290556
A lo largo de 1855 Pedro Antonio de Alarcón publicó en la prensa madrileña célebres artículos, como «La Noche-Buena del poeta», «El pañuelo», «Lo que se ve con un anteojo», «La fea», «Cartas a mis muertos»…, reunidos en el año 1871 con el genérico nombre Cosas que fueron. Cosas que fueron es un cuadro de costumbres de la España del XIX.
La Nochebuena del poeta
En un rincón hermoso
De Andalucía
Hay un valle risueño…
¡Dios lo bendiga!
Que en ese valle
Tengo amigos, amores,
Hermanos, padres.
(De El Látigo.)I
Hace muchos años (¡como que yo tenía siete!) que, al oscurecer de un día de invierno, y después de rezar las tres Avemarías al toque de Oraciones, me dijo mi padre con voz solemne:
—Pedro: hoy no te acostarás a la misma hora que las gallinas: ya eres grande y debes cenar con tus padres y con tus hermanos mayores. Esta noche es Nochebuena.
Nunca olvidaré el regocijo con que escuché tales palabras.
¡Yo me acostaría tarde!
Dirigí una mirada de triunfo a aquellos de mis hermanos que eran más pequeños que yo, y me puse a discurrir el modo de contar en la escuela, después del día de Reyes, aquella primera aventura, aquella primera calaverada, aquella primera disipación de mi vida.II
Fragmento de la obra
Eran ya las Ánimas, como se dice en mi pueblo.
¡En mi pueblo: a noventa leguas de Madrid: a mil leguas del mundo: en un pliegue de Sierra Nevada!
¡Aún me parece veros, padres y hermanos!
Un enorme tronco de encina chisporroteaba en medio del hogar: la negra y ancha campana de la chimenea nos cobijaba: en los rincones estaban mis dos abuelas, que aquella noche se quedaban en nuestra casa a presidir la ceremonia de familia; enseguida se hallaban mis padres, luego nosotros, y entre nosotros, los criados…
Porque en aquella fiesta todos representábamos la Casa, y a todos debía calentarnos un mismo fuego.
Recuerdo, sí, que los criados estaban de pie y las criadas acurrucadas o de rodillas. Su respetuosa humildad les vedaba ocupar asiento.
Los gatos dormían en el centro del círculo, con la rabadilla vuelta a la lumbre.
Algunos copos de nieve caían por el cañón de la chimenea, ¡por aquel camino de los duendes!
¡Y el viento silbaba a lo lejos, hablándonos de los ausentes, de los pobres, de los caminantes!
Mi padre y mi hermana mayor tocaban el arpa, y yo los acompañaba, a pesar suyo, con una gran zambomba.
¿Conocéis la canción de los Aguinaldos, la que se canta en los pueblos que caen al Oriente del Mulhacem?
Pues a esa música se redujo nuestro concierto.
Edición de referencia: Madrid, Ediciones Fax, 1943.