Antona García
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ISBN tapa dura: 9788498972887
ISBN rústica: 9788496428089
En Antona García Tirso de Molina se refiere a sucesos relacionados con Enrique IV, quien ciñó la corona castellana en 1454, cuando Isabel la Católica apenas tenía tres años. En 1468, el monarca la reconoció heredera al trono en el pacto de los Toros de Guisando, privando de sus derechos sucesorios a su propia hija, la princesa Juana, llamada la Beltraneja, porque se sospechaba que era hija de Enrique Beltrán de la Cueva, duque de Alburquerque.
En 1470 Enrique IV desheredó a Isabel y restituyó su condición de heredera a Juana. Esta decisión provocó una sangrienta guerra que se prolongó hasta 1479, en que se firmó el tratado de Alcazobas en el que Portugal reconoció a Isabel como reina de Castilla y se estableció la zona de expansión castellana en la costa atlántica de África.
Aquí se escenifican algunos de esos acontecimientos y Antona García es un personaje popular de una dimensión épica comparable a Juana de Arco.
Jornada primera
(Salen marchando la Reina, el Marqués, el Almirante, y don Antonio de Fonseca, con otros soldados.)
Reina: No nos recibe Zamora;
Fragmento de la obra
que el mariscal y su hermano,
Valencias en apellido,
portugueses en sus bandos,
se han apoderado de ella.
Castronuño nos ha dado
con las puertas en los ojos,
por Alfonso, lusitano,
enarbolando pendones.
Toro se muestra contrario
al derecho de mi reino,
Y leales desterrando
de la ciudad, Juan de Ulloa
por el marqués, animado,
de Villena, determina
dar al portugués amparo.
Doña María Sarmiento,
su mujer, vituperando
su misma naturaleza,
en el acero templado
trueca galas mujeriles;
plaza de armas es su estrado,
sus visitas, centinelas,
y sus doncellas, soldados.
Todos a Alfonso apellidan,
por reina legitimando,
a doña Juana, su esposa,
por muerte de Enrique IV,
mi hermano, que tiene el cielo;
sabiendo que a don Fernando,
mi esposo y señor, y a mí
los ricos hombres juraron
por principes de Castilla
en los Toros de Guisando.
Mas ciégalos la pasión
y el interés. No me espanto;
la inocencia está por mí;
los más nobles castellanos
mi justicia favorecen;
la verdad deshará agravios.
Mis tíos, el Almirante
de Castilla, con su hermano
el conde de Alba de Aliste,
por mí arriesgan sus Estados.
Toda la casa Mendoza
y el cardenal, fiel y sabio,
don Pedro, que es su cabeza,
de Enrique testamentario,
por su reina me obedecen.
Reconóceme vasallo
don Rodrigo Pimentel,
en cuya experiencia y años
justifico mi derecho,
y en Benavente ha mostrado
contra quinas portuguesas
la lealtad que estima en tanto.
La casa de Guzmán tengo
en mi ayuda, y la de Castro,
con el duque de Alburquerque
que noble sigue mi campo.
Lo principal de Castilla
y León, vituperando
acciones de los inquietos,
rehusan reyes extraños.
Pocas ciudades me niegan.
En Burgos está sitiando
la fuerza el rey, mi señor;
si Toledo es mi contrario,
su arzobispo le violenta,
con ser él por cuya mano
fui princesa de Castilla.
Mal parecen en prelados
mudanzas escandalosas,
y peor en viejos que, varios
son, por seguir sus pasiones,
a sus consejos ingratos.
¿Qué importa que el de Villena
en armas ponga su bando
con Girones y Pachecos,
Ponces, Silvas y Arellanos?
Los Cabreras y Manriques,
los Cárdenas y Velascos,
valientes se les oponen,
resistiendo los hidalgos.
Dios ampara mi justicia,
ricos hombres, no temamos;
la verdad al cabo vence,
no la pasión. Marche el campo.