Amalia
€4.00 – €36.00
ISBN rústica tipográfica: 9788498162691
José Mármol nació en Buenos Aires el 2 de diciembre de 1817. Comenzó su formación académica en la carrera de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, pero descubrió la política y decidió abandonar sus estudios.
En 1839, durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas, pasó varios días encarcelado y luego, temiendo por su vida, se fue a Montevideo, ciudad en la que muchos argentinos se habían exiliado. Mármol convirtió su obra literaria en su mejor arma para luchar por sus ideales y buscar la caída del gobierno rosista.
José Mármol escribió Amalia casi totalmente en el exilio. La primera edición de Amalia vio la luz en Montevideo, en 1851, y la segunda, en Buenos Aires, en 1855. La novela relata el amor entre un hombre y una mujer joven, malogrado por la violencia política.
El tema es innovador pues utilizando la historia del romance aspira a retratar una realidad histórica. Esta novela se centra en el «año del terror» entre el 4 de mayo y el 5 de octubre de 1840, en el que Juan Manuel de Rosas realiza la persecución más encarnizada de sus opositores.
Considerada la primera novela rioplatense, contó con todo tipo de condimentos para que el público se sintiera atraído.
Amalia está en el año 1840. Cuenta la historia de una viuda tucumana que vive en Buenos Aires y le da alojo a Eduardo Belgrano. Este es un joven herido al intentar salir de la provincia para unirse a las tropas que luchan contra Rosas.
El 4 de mayo de 1840, a las diez y media de la noche, seis hombres atravesaban el patio de una pequeña casa de la calle de Belgrano, en la ciudad de Buenos Aires.
Fragmento de la obra
Llegados al zaguán, oscuro como todo el resto de la casa, uno de ellos se para, y dice a los otros:
—Todavía una precaución más.
—Y de ese modo no acabaremos de tomar precauciones en toda la noche —contesta otro de ellos, al parecer el más joven de todos, y de cuya cintura pendía una larga espada, medio cubierta por los pliegues de una capa de paño azul que colgaba de sus hombros.
—Por muchas que tomemos, serán siempre pocas —replica el primero que había hablado—. Es necesario que no salgamos todos a la vez. Somos seis; saldremos primeramente tres, tomaremos la vereda de enfrente; un momento después saldrán los tres restantes, seguirán esta vereda, y nuestro punto de reunión será la calle de Balcarce, donde cruza con la que llevamos.
—Bien pensado.
—Sea, yo saldré delante con Merlo, y el señor —dijo el joven de la espada a la cintura, señalando al que acababa de hacer la indicación. Y diciendo esto, tiró el pasador de la puerta, la abrió, se embozó en su capa, y atravesando a la vereda opuesta con los personajes que había determinado, enfiló la calle de Belgrano, con dirección al río.
Los tres hombres que quedaban salieron dos minutos después, y luego de haber cerrado la puerta, tomaron la misma dirección que aquéllos, por la vereda determinada.