El ADN de los libros
Los libros como los conocemos son herramientas completísimas. La paginación, la bibliografía o el índice son los instrumentos de navegación en un mundo en el que Internet ha convertido, mediante el scroll de las pantallas, la información en un flujo homogéneo y amorfo.
Una estructura propia
Supongamos que entendemos el ADN de los libros. En consecuencia, cada libro es más que un documento aislado y tiene principios orgánicos. Tal vez una estructura particular fundada en un código que comparte con el resto de los libros de este mundo.
Un Tesauro inteligente
Sabemos que cada libro tiene un autor, una sinopsis, una bibliografía (manifiesta en su contenido, y en las influencias o referencias de otros libros). ¿Por qué no hacer que los libros pueden estar acompañados por herramientas que vayan más allá del sumario o el índice de sus palabras clave? ¿Qué pasaría si tuviesen un campo semántico propio con videos, música, personas y referencias visuales o geográficas?
Búsquedas continuas
Queremos desarrollar una herramienta de autoaprendizaje que procese el texto de un libro, entienda el ADN de los libros, y se ponga a trabajar para él buscando todo lo que le concierna. ¿Qué pasaría si enseñásemos a los libros a buscar a sus semejantes a través de Internet? ¿Cómo sería nuestro saber si utilizáramos ese conjunto de referencias que poseen los libros como claves de «búsqueda concatenada» a través de la red?
Lectura aumentada
Tendríamos un software en nuestro teléfono, ordenador o en Internet, que nos indicaría cuáles son las enciclopedias, diccionarios y glosarios online más adecuados para entender qué estamos leyendo o para cotejar el sentido de una palabra. Esta aplicación mostraría otros libros que hablan del nuestro y todas esas referencias vivirían con nosotros en un ecosistema cambiante.
Podríamos tener, a través del ADN de los libros, una opción al inicio de cada capítulo para, por ejemplo, acceder a todos los términos clave, a los lugares geográficos que se citarán a continuación o a la música relacionada, y el etc. podría ser muy largo.
Los libros citados en la bibliografía tendrían enlaces activos o inactivos indicando dónde podemos consultarlos. Asimismo las interacciones de los lectores podrían ayudarnos a identificar sus intereses para que sus libros se adapten a ellos.
Historiales inteligentes
En un mundo ideal, estas secuencias del ADN de los libros podrían categorizar, reorganizar, personalizar e interpretar la enorme cantidad de información que encontraríamos en Internet. Esta herramienta tendría un historial inteligente que permita recuperar la información que consumimos de una forma más intuitiva, reforzando nuestra memoria informativa.